Maravillosos amaneceres cubiertos de rojo sangre sumado a varios fenómenos atmosféricos se dejaron ver con gran intensidad a lo largo del taller. Y como no, se pudo disfrutar de intensas nubes situadas a distintos niveles de altura que se desplazaban muy velozmente por un cielo que a menudo se alzaba dramático y poco intuitivo debido al fuerte viento que había a esa altura. Aunque el tiempo amenazaba no muy alentador para realizar la práctica fotográfica durante esa mañana, al final no hubo lluvias, quizás algo de aire controlable muy propicio para captar el movimiento de nubes, tal y como suele ser costumbre en estos magníficos acantilados que a tanto fotógrafo arrastra a los largo del año.